Por: Dra. Rocío M. Belandria Cerdeira
Todos hemos vivido alguna vez la sensación de fracaso. Esa potente energía de frustración ante una meta no alcanzada o ante una perdida.
El fracaso es duro y ruin, y puede herir tu auto concepto. El fracaso te llena de infelicidad y ataca la motivación.
Desde niños aprendemos que la felicidad radica en alcanzar metas y estar a gusto con ellas. Mientras que errar es perder ante el intento de ganar.
Cuando fracasamos una vez, sufrimos un desconsuelo y estamos ante la disyuntiva de ahogarnos en el auto sufrimiento o usar esa energía como impulso para delinear nuevas alternativas.
El cómo manejar el fracaso hace la diferencia entre si somos perdedores resignados o si somos triunfadores con empeño. El fracaso puede ser un motor ineludible que nos puede impulsar a volver a intentarlo o probar otra ruta para llegar a la meta.
Lo mas importante es entender que por mas difícil y complicada que sea la situación siempre habrá opciones para decidir. Vale la pena hacer una lista de los aprendizajes vivificados y evaluar la lista de metas. Sin duda cada uno decide si el fracaso va a estar de paso en su vida o se va a convertir en un residente eterno.